Ikigai – Ezequiel Dellutri, Israel Hernández

Hace algunos días fui al 18° Gran Remate de Libros y Películas de la CDMX.

El plan original era ir al museo Franz Mayer a ver la exposición de 31 minutos, pero aparentemente México ama tanto 31 minutos que pese a llegar solo cuarenta minutos después de que abrieran la taquilla y ya no alcanzamos entradas para ese día.

Resignados, mi primo y yo, fuimos a desayunar tacos de canasta. Como teníamos todo el día libre, nos fuimos caminando hasta el Monumento a la Revolución en donde estaba el 18° Gran Remate de Libros y Películas de la CDMX.

Esta es una iniciativa del grupo Para Leer en Libertad AC, en donde editoriales y libreros ponen a la venta libros descatalogados o remanentes que van a ser destruidos para dar lugar a nuevas ediciones o nuevos títulos. Dejando al lado el romanticismo de la lectura y el libro objeto, la industria editorial es una industria de consumo como cualquier otra, y mercancía que no se vende, solo está ocupando un lugar en las estanterías o almacenes, ósea, perdiendo dinero, esta mercancía es desechada para dar paso a mercancía que, si se va a vender, por lo que muchos libros dañados o que no se vendieron como se esperaba o que ya no van a ser reeditados terminan siendo destruidos.

No me he puesto a investigar más a fondo sobre esto, pero en este evento, todos esos libros son puestos en venta a un precio más bajo del que se encuentra normalmente. A veces solo se bajan unos pocos pesos o se mantiene el mismo precio, pero si buscas bien puedes encontrar libros a menos de la mitad de su precio original, como es el caso de este libro.

Llegamos a el lugar y empezamos a recorrer los puestos uno por uno (como dije, teníamos todo el día libre) yo estaba buscando el stand de mi amigo Joshua para comprarle algunos títulos más para mi colección de novela gráfica independiente, tal vez les hablaré de Joshua en otra ocasión.

Uno de los primeros stands que vi fue el de ediciones el naranjo, había varios títulos interesantes, aunque la verdad muchos menos que en otras ocasiones, tomé dos que estaban a buen precio, uno de un escritor mexicano, que ya había visto alguna vez en la biblioteca y la verdad no recordaba si lo había terminado o no, pero me parecía interesante, y otro que no había visto antes. La portada me pareció interesante y el título de una sola palabra me dio curiosidad, leí la primer línea de la contraportada para saber de qué trataba el texto y por su precio ($75 mxn o $4 usd, precio original en librerías $179 mxn o $9 usd) me lo llevé también.

Hace mucho tiempo -años- que no leía un libro que se apareciera ante mí y me llamara la atención. Anteriormente, cuando solía ir seguido a la Biblioteca Vasconcelos, esta era una práctica habitual. Me iba a la sección 860, que es la sección de literatura en español, y recorría los estantes, viendo los lomos de los libros y tomando alguno que me llamara, al sacarlo revisaba la portada y la sinopsis, si me gustaba lo llevaba, si no, lo regresaba y seguía con la cacería. Esto es algo que me gustaba mucho y con el que descubrí muchos libros que no son tan conocidos de autores que no son tan populares, pero terminaron encantándome.

El ejemplo más fresco que tengo es el del libro “El genio de la familia”, del autor mexicano Raúl Aníbal Sánchez, publicado por la dirección general de publicaciones (que ya no existe debido a los recortes de cultura en mi país). Este era una pequeña colección de cuentos que eran protagonizados por personas de distintas edades, todas más o menos del mismo estrato social y territorio. Creo que fue el primer libro de cuentos que leí y con el que me enamoré del formato de cuento corto.

Regresando al Remate, recordé esa sensación de tomar un libro solo por el titulo y portada. En años recientes únicamente he leído libros que me recomiendan o que desde hace tiempo he tenido ganas de leer, que veo en algún artículo o por ser otra publicación de un autor que ya leí. Entonces esto era algo especial.

Del autor la verdad es que no había escuchado ni leído absolutamente nada, y del ilustrador menos, pero al leer el párrafo de su biografía en el libro, vi que estudió en la misma universidad que yo, la misma carrera, no dice en que fecha lo hizo, pero su edad es muy cercana a la mía, así que hay alta probabilidad de que nos hubiéramos visto en el edificio y hasta compartido alguna clase.

Llegué a mi casa en la noche y lo empecé a leer un poco por la mitad, la verdad no sé porque hice eso. Quería experimentar no tener ni idea de que iba el texto e intentar darle una coherencia leyendo algunas páginas del medio. Lo hice en voz alta, hace mucho que no leía en voz alta, lo sé, me estaba alocando un poco.

Después de varias páginas me di cuenta de que el libro no trataba de lo que yo pensaba. Creí que iba a abordar de manera filosófica o algo por el estilo el concepto japonés de Ikigai, y si hubiera leído todo el párrafo de la contraportada y no solo el primer renglón no me hubiera sorprendido tanto, pero, aun así, no estaba decepcionado. Al continuar con la lectura desde el principio confirme de que trataba el libro.


Ikigai – Ezequiel Dellutri (autor), Israel Hernández (ilustrador) | Reseña

Bruno está entrando al bachillerato, a ese limbo en donde ya no somos niños, pero tampoco nos tratan -ni nos sentimos- como adultos. Esta descubriendo que le gusta y a donde pertenece y sobre todo, cuál es su Ikigai.

Ikigai es una palabra japonesa que habla de lo que te da ganas de levantarte cada día. Es como encontrar ese punto medio entre lo que te apasiona, en lo que eres bueno, lo que el mundo necesita y por lo que te pueden pagar. Es el equilibrio perfecto entre lo que te hace feliz y lo que le da sentido a tu vida.

Este viaje se encuentra con el reciente fallecimiento de su abuela, pero, sobre todo, con el descubrimiento de su abuelo, que siempre lo había considerado como parte de su vida, pero como una característica más de su abuela, el acompañante o la sobra silenciosa de la abuela. Ahora era un individuo al que pese haber conocido durante todas su vida, no conocía nada.

El abuelo esta empezando a olvidarse de las cosas, poco a poco y Bruno empieza a acercarse a él, al principio por obligación, pero después encuentra en el a un compañero y alguien para expiar sus errores (errores de un chico de dieciséis años, vamos).

En esta historia podemos ver dos escenarios o dos mundos que tienen muchos paralelismos; uno es la vida personal y escolar de Bruno y la otra la vida de su abuelo y su padre. En donde se esboza un poco el Ikigai pero sobre todo vemos la complejidad de las relaciones humanas y sobre todo la capacidad de perdonar y entendernos como humanos con errores y aciertos.

La historia es bastante natural, amena y no se fuerzan las situaciones. Se siente como una historia realista y cotidiana.

Un recurso que funciona como hilo conductor es el Anime y Manga. Especificalmente el trabajo de Estudio Ghibli. Los cinco capítulos del libro corresponden al nombre de una película de este estudio:

  1. El castillo vagabundo
  2. Se levanta el viento
  3. Si escuchas con atención
  4. La tumba de las luciérnagas
  5. Los recuerdos no se olvidan

Estas son las cinco películas favoritas de Estudio Ghibli de Bruno y su abuelo, así mismo el tema del capitulo puede tener relación con el título de la película.

Cada capitulo esta separado por lo que podría entenderse como subcapítulos, un párrafo o algunos pocos párrafos que están divididos por un numero en chino. La verdad no entiendo porque un número en chino y no en japonés, pues básicamente el titulo del libro y el Anime y Manga son japoneses. Los misterios de la vida.  Estos pequeños grupos de párrafos van saltando en escenas, sin la necesidad de crear conexiones complejas entre cada una, lo que da una fluidez cálida en la lectura y elimina transiciones innecesarias.

Últimamente he estado un poco preocupado por ese tema, el Alzheimer y la demencia, por lo que el libro fue una casualidad interesante.


Mi abuela (la mamá de mi mamá) tiene Alzheimer diagnosticado desde hace diecinueve años, al momento de escribir estas líneas, voy regresando de su funeral.

No fue sorpresa para nadie que muriera, pues además de su avanzada edad, la esperanza máxima de vida para pacientes con diagnóstico de Alzheimer es de no más de veinte años. Casi.

Esta enfermedad es hereditaria, no quiere decir que si tienes un familiar directo con la enfermedad forzosamente a ti te va a dar. Pero si significa que tienes muchas probabilidades de desarrollar la enfermedad, por lo menos más probabilidades que el promedio de la población. Y eso podría estar preocupándome.

Cumplí treinta años hace unos meses, en realidad no es la edad común para empezar a presentar síntomas, pero últimamente (hablo de semanas) me he descubierto más olvidadizo de lo normal. No exactamente que se me olviden cosas importantes, pero sí que me paro a la cocina y al llegar no recuerdo para que fui. Se que esto es normal y que a todo mundo le pasa, desde siempre me ha llegado a suceder, pero estas últimas semanas era bastante frecuente, más de una vez al día, y eso ya no es normal. Y si junto estos sucesos con la predisposición genética de desarrollar Alzheimer, pues puede ser preocupante.

En días más recientes ya no me notó tan olvidadizo, creo que mi relación insana con el teléfono puede estarme generando esa poca atención, trataré de mejorar.

Por eso este libro me pareció que llego a mí en un momento interesante, como les había mencionado, no sabía nada de este título, y más que desarrollar el tema del Ikigai, que en realidad lo aborda con ejemplos más que con definiciones, encontré una historia humana, con temas cercanos e interesantes y un story telling fluido y conciso.

Recomiendo ver las cinco películas a las que hace referencia cada capítulo de este libro.


Ikigai

Ezequiel Dellutri

  • 160 páginas
  • Ediciones el naranjo
  • ISBN 978-6078807376

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